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Foto del escritorAlmudena Monferrer Bono

Relato

MELIFLUO

Respiro. Inhalo y exhalo. Hace un día especialmente agradable. La brisa del mar me acaricia. El olor a salitre impregna mis pulmones. La sensación es pura, sumamente acendrada. Siento como el agua se resbala por mi piel, es muy agradable. Nado y me relajo. Dejo que sin ningún tipo de esfuerzo las corrientes marinas me mezan. Me he congraciado de nuevo con mi querida agua salada.

Si cierro los ojos todavía puedo recordar con viveza como sentí un olor muy fuerte que me desoriento. No entiendo cómo pudo ocurrir, soy un excelente nadador. Estaba tranquilamente con los demás, cuando ese fuerte olor me imbuyo. Nunca había sentido un hedor tan insoportable.

Mis articulaciones no me respondían, no era dueño de mi cuerpo. Navegaba sin rumbo. El movimiento del agua me llevaba con un vaivén desmedido, me daba bandazos violentos que eran inconmensurables. Intenté que el pánico no me hiciera presa. Comencé a lanzar sonidos guturales para que mis compañeros se dieran cuenta de lo que me ocurría, todo sin éxito.

Fui engullido sin consideración por las olas, no pude hacer nada para resistirme. La hediondez se había instalado en todo mi sistema, no era dueño de mi mismo. Mi cerebro tampoco me respondía. Me sacudió toda la fuerza del mar Mediterráneo que se había aliado con el viento del océano Atlántico y me empujaron hacía arriba. Fui arrastrado por las cortas y altas olas. Un golpe fuerte en mi cabeza hizo que perdiera la noción de dónde estaba. Me choque contra una escollera. Esto hizo que me desorientará del todo. Me iba pegando golpes contra las rocas. Fui arrastrado sin misericordia por la brutalidad marina. Noté el aire en todo mi ser. Caí a plomo sobre la arena de la playa. No sé el tiempo que estuve sin conocimiento, me costaba respirar. Ya no podía prácticamente más, me ahogaba, me faltaba el aire. Sentía que me moría.

Escuche unos sonidos que no comprendía, vinieron muchos seres de dos patas. Comenzaron a echarme agua por mi piel y así reviví.

Uno de los seres se acercó, me acaricio la cabeza y empezó a emitir sonidos melifluos:- “Chicos, venir el pobre está herido. Pero, por suerte su espiráculo se abre para intentar respirar. Vamos a coger la camilla y entre todos lo devolvemos a su hábitat. Está impregnado de fuel y esto lo habrá desorientado”

Me cogieron, me dejé, tampoco tenía fuerza. Me subieron a una camilla de tela y me devolvieron al agua. Allí, por fin,me serene, cogí aire y mis pulmones respondieron.

Los seres de dos patas emitieron sonidos un poco más fuertes de alegría:- “¡Maravilloso rescate del delfín! Somos un equipazo marbellí”

Salto hacia arriba con ímpetu, tras el recuerdo. Necesito respirar. El Sol es tan delicioso, sus largos dedos me hacen cosquillas. Llevo un tiempo acercándome a la playa, quiero agradecer a esos seres mi rescate. Sin embargo, siempre sin éxito. Hace un mes que no veo ni uno, antes siempre estaban varados en la orilla. ¿Dónde estarán todos? La verdad, desde que no aparecen, el mar no ha vuelto a llenarse de ese hedor, el viento es más puro y todos los seres marinos nos sentimos más libres.




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